No cabe duda que la vida en el noreste mexicano fue muy dura para muchos de sus pobladores desde la época de la Conquista hasta tiempo después de la lucha de Independencia, pues las condiciones climatológicas extremas, el terreno mayormente árido y los constantes conflictos con las tribus «bárbaras» eran algunas de las dificultades a las que se enfrentaron los pueblos que se asentaron en esta región.
Una ciudad que se las vio difícil fue Mier. Ubicado en la parte norte del vecino estado de Tamaulipas, justo en la frontera con los Estados Unidos de América, Mier era un municipio que sufría de problemas como la inseguridad y la falta de caminos en buen estado, además del poco apoyo por parte del Gobierno de México, pues rara vez recibía algo de la capital del país.
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Por esta razón, las villas del norte se ayudaban entre sí para, de alguna manera, hacer menos dura la vida que llevaban. Casi todo el apoyo que recibían los habitantes de Mier provenía de Cerralvo y Monterrey, por lo que el 18 de diciembre de 1852, el ayuntamiento de aquella ciudad solicitó al Gobierno de Nuevo León el unirse al estado política y territorialmente, dándole a este un acceso a la frontera norte.
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El 10 de abril de 1853, el entonces gobernador Juan Nepomuceno de la Garza y Evia reconoce al municipio de Mier como parte de Nuevo León, algo que las autoridades de Tamaulipas no vieron con buenos ojos, quienes alzaron la voz y lograron que el presidente Antonio López de Santa Anna no reconociera dicha anexión, algo que a sus habitantes no les gustó nada, pues argumentaban que casi no recibían apoyo de Ciudad Victoria.
A pesar de los reclamos, el 13 de junio de 1853 Mier quedó definitivamente como parte de Tamaulipas.